Santiago Caputo, el fotógrafo y los medios: soberbia, exageración y extorsión mediática

El episodio entre Santiago Caputo y un fotógrafo expuso la inexperiencia del asesor, la exageración del hecho y el rol extorsivo de la prensa nacional.

En días recientes, un episodio menor fue amplificado hasta el absurdo: Santiago Caputo, joven asesor del presidente Javier Milei, tomó una foto de la credencial de un fotógrafo durante una actividad oficial. Lo que en cualquier contexto hubiera sido una anécdota irrelevante, fue transformado en un escándalo nacional por una combinación de arrogancia juvenil, oportunismo político y una maquinaria mediática que necesita desesperadamente escándalos para justificar su existencia tras el corte de la pauta oficial.

Caputo y una soberbia que daña la imagen del gobierno

Caputo, sin duda, no es un funcionario cualquiera. Es joven, inexperto, y actúa muchas veces con una soberbia impropia de alguien que no ha construido carrera por mérito propio sino por su parentesco con Nicolás Caputo, histórico operador de poder. No es la primera vez que protagoniza situaciones que complican al gobierno con actitudes arrogantes o torpes. Su rol como estratega comunicacional está más cerca del capricho que de la estrategia real, y sus intervenciones públicas —como esta reciente escena— sólo evidencian su falta de formación política y emocional.

Un fotógrafo exagerado que busca fama

Pero si Caputo mostró su lado prepotente al tomar la fotografía de una credencial de prensa (acción discutible, pero no ilegal), la reacción del fotógrafo fue directamente ridícula. En lugar de calmar las aguas, optó por hacer del hecho una supuesta amenaza a la libertad de expresión. Se habló de persecución, de amedrentamiento y hasta de espionaje, como si se tratara de una escena de la dictadura, cuando en realidad fue apenas un mal gesto —cuestionable, sí, pero lejísimos de lo que se intentó instalar.

Una denuncia basada en la nada misma

El despropósito escaló aún más cuando un político opositor decidió presentar una denuncia penal contra Caputo. ¿El motivo? Ninguno real. No hubo delito, no hubo violencia, no hubo abuso de autoridad. La única motivación fue política: alimentar la narrativa de un gobierno autoritario, inflar un incidente trivial y dañar la imagen de la gestión nacional. Este tipo de movidas no buscan justicia, sino titulares.

Los medios desesperados por tener pauta oficial

Pero el papel más oscuro lo jugaron, una vez más, ciertos medios de comunicación. Esos mismos que durante años vivieron cómodamente gracias a la publicidad oficial —pagada por todos los argentinos— ahora utilizan su poder para extorsionar: sin pauta, el gobierno será atacado sistemáticamente. Con pauta, volverán los elogios y los silencios cómplices. La prensa que antes callaba frente a casos gravísimos, ahora monta una operación por una foto mal tomada. El doble estándar es evidente.

Un reflejo de la prensa en Chubut

En nuestra provincia también ocurren situaciones similares. La mayoría de los medios de prensa viven de la publicidad oficial. Basta con ver las «noticias» y su direccionamiento para darse cuenta de que algunos reciben una gran suma de dinero. Tenemos medios muy mediocres que se prostituyen por unos pesos y a cambio ocultan cuestiones oscuras de quienes los financian.

En resumen…

Este episodio refleja un ecosistema político-mediático degradado. Donde hay soberbia, hay exageración; donde hay exageración, hay oportunismo; y donde hay oportunismo, hay negocios disfrazados de periodismo. Caputo debería ser apartado de su rol por inepto, no por violar la ley. El fotógrafo debería moderar su dramatismo o buscarse otro trabajo. Los políticos, dejar de judicializar el show. Y los medios, recuperar la dignidad que abandonaron cuando decidieron vivir del Estado al que dicen criticar.


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