Netanyahu despertó al antisemitismo

Netanyahu, el genocida que generó focos antisemitas por los crimenes en Gaza.

Las políticas bélicas de Netanyahu en Gaza desataron un genocidio y, a la vez, reactivaron el antisemitismo global. No son los pueblos, son los tiranos.

El genocidio cometido en Gaza bajo las órdenes de Benjamin Netanyahu no solo ha dejado una estela de muerte y destrucción en Medio Oriente, sino que también encendió un peligroso efecto colateral: el resurgimiento del antisemitismo en distintas partes del mundo. La confusión entre el gobierno de Israel y la población judía está alimentando discursos de odio que recuerdan los capítulos más oscuros de la historia.

Un caso reciente en Alemania expuso esta distorsión con brutal claridad: un comerciante colocó un cartel en su vidriera con la frase “Judíos, tienen prohibido entrar aquí”. La justificación del dueño fue su repudio a la guerra en Gaza. Pero esa excusa solo refuerza el error: culpar a toda una religión por los crímenes de un gobierno específico. Este tipo de actos no es protesta, es discriminación, y revive imágenes de la era nazi que jamás deberían repetirse.

La diferencia entre el pueblo y sus gobernantes es esencial. Netanyahu carga con la responsabilidad política y moral del genocidio que documentan organismos internacionales, incluyendo la ONU, que señaló que Israel ejecutó al menos cuatro de los cinco actos que configuran un genocidio según el derecho internacional: asesinatos masivos, daños físicos y psicológicos, condiciones de vida orientadas a la destrucción del grupo y la obstaculización de nacimientos. Todo esto acompañado de declaraciones oficiales que dejan clara la intención de exterminio.

Sin embargo, lo que debería concentrarse en condenar a los responsables se está desviando hacia un ataque indiscriminado contra los judíos en general. Este desplazamiento de la crítica es peligroso: en lugar de enfrentar a un gobierno tirano, se castiga a comunidades que no eligieron esas decisiones y que, en muchos casos, también las repudian.

El verdadero llamado debe ser contra la barbarie, venga de donde venga. Netanyahu y quienes ejecutaron políticas genocidas deben rendir cuentas ante la justicia internacional. Pero la respuesta no puede ser reavivar el antisemitismo ni reproducir odios ancestrales. El odio colectivo solo alimenta nuevos ciclos de violencia.

La humanidad necesita aprender a separar los crímenes de los gobernantes de la dignidad de sus pueblos. Defender la vida en todas partes del planeta exige claridad: los genocidas deben ser juzgados, los inocentes deben ser defendidos. No es el judaísmo el culpable, es un líder que eligió el camino del exterminio. Y mientras el mundo se debate entre la indignación y la desesperanza, la lección es urgente: nunca más al genocidio, nunca más al antisemitismo, nunca más al odio.


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