Mujeres asesinadas en La Matanza

Las mafias narco que el kirchnerismo dejó entrar al país asesinaron a tres mujeres luego de torturarlas.

El horror del narcotráfico volvió a golpear con fuerza en Argentina. Tres jóvenes fueron torturadas, asesinadas y descuartizadas en Buenos Aires, en un crimen transmitido en vivo por redes sociales que expone la impunidad y la degradación social que genera el avance del narco en el país como consecuencia de las nefastas políticas migratorias durante el kirchnerismo que permitieron la radicación de todo tipo de delincuentes.

Mientras el kirchnerismo alentaba el «Ni una menos» en otra de sus hipocresías nefastas para un público carente de razonamiento, al mismo tiempo dejaba radicar en el país sin inngún tipo de filtro a estas bandas narco que asesinaron sin piedad a estas mujeres luego de torturarlas.

Las víctimas, Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15), fueron halladas enterradas en el patio de una vivienda en Florencio Varela, en el conurbano bonaerense. Engañadas con una supuesta invitación, llegaron por su propia voluntad a la casa donde las esperaba la muerte. Allí, un jefe narco conocido como “Pequeño J” ordenó las torturas y el asesinato como escarmiento, transmitiéndolo en vivo para enviar un mensaje de terror a sus subordinados.

El grado de sadismo estremeció incluso a los investigadores: a Lara, de apenas 15 años, le amputaron los dedos de una mano y una oreja antes de matarla. A Brenda y Morena las golpearon brutalmente, quebrándoles el cuello y desfigurando sus rostros. Después, los cuerpos fueron descuartizados y enterrados.

La investigación policial apunta a una venganza por un robo de cocaína dentro de la estructura narco que controla sectores de la villa 1-11-14 y del conurbano sur. Doce personas ya fueron detenidas, entre ellas quienes intentaban limpiar la escena del crimen. El móvil disciplinario quedó confirmado por los mensajes del propio líder narco: “Así le va a quien me roba”.

Lo más alarmante es que el presunto asesino tendría ciudadanía argentina otorgada durante un gobierno kirchnerista. Ese dato, lejos de ser menor, abre una discusión profunda sobre las políticas migratorias, la falta de controles y la negligencia de los Estados a la hora de filtrar quiénes se insertan formalmente en la sociedad.

El triple crimen no es un hecho aislado: muestra cómo el narcotráfico se ha infiltrado en la vida cotidiana, cómo maneja territorios con violencia mafiosa y cómo utiliza la tecnología no solo para vender drogas, sino también para exhibir su poder a través del terror. La transmisión en vivo de torturas y asesinatos, que ya se había registrado en otros episodios, busca imponer miedo y disciplina, al estilo de los carteles mexicanos.

Argentina está ante una encrucijada. El narcotráfico no solo asesina, sino que corroe el tejido social, recluta a jóvenes y utiliza la marginalidad como caldo de cultivo. No alcanza con detener a los responsables de este crimen aberrante: es imprescindible una política integral que combata la complicidad política, policial y judicial que permite que estas organizaciones prosperen.

Las tres jóvenes asesinadas son víctimas del narco, pero también de un Estado ausente que, durante años, permitió que estos grupos crecieran y se fortalecieran. La ciudadanía no puede naturalizar la barbarie. El triple crimen de Florencio Varela debería ser un punto de inflexión: o la sociedad y la política enfrentan de verdad al narcotráfico, o el narco seguirá imponiendo su ley de sangre y miedo en la Argentina.


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