Impresionante derrumbe de un tejado en monumento histórico chino

La caída de tejas en la Torre del Tambor en China, tras una reciente restauración, expone fallas en la preservación del patrimonio cultural.

La imagen fue tan impactante como simbólica: cientos de tejas milenarias cayendo en cascada desde lo alto de una torre histórica mientras los turistas grababan atónitos. El derrumbe parcial de la Torre del Tambor de Fengyang, un monumento de más de 600 años de antigüedad en la provincia china de Anhui, reabre una discusión urgente pero postergada: ¿estamos protegiendo nuestro patrimonio o solo lo maquillamos para el turismo?

El hecho, ocurrido el pasado lunes a las 18:30 horas, no dejó heridos, pero sí muchas preguntas. La torre, construida en 1375 durante la dinastía Ming, acababa de ser restaurada entre septiembre de 2023 y marzo de 2024. Sin embargo, apenas un año después, su techo colapsó parcialmente. El dato inquieta: los daños estructurales en las tejas eran conocidos desde al menos 2017, y la restauración reciente, lejos de prevenir el deterioro, parece haber sido insuficiente o mal ejecutada.

China es hogar de una riqueza cultural inigualable, con miles de templos, palacios y torres que datan de distintas dinastías. Pero también es un país que ha convertido el turismo patrimonial en un motor económico. Y aquí se revela el conflicto: entre la necesidad de conservación auténtica y la tentación del maquillaje superficial para sostener la atracción turística.

Este incidente no es aislado. La historia reciente de la conservación del patrimonio en Asia y en el mundo está plagada de renovaciones polémicas, reconstrucciones cuestionadas y decisiones técnicas más orientadas a la rentabilidad que a la integridad histórica. En muchos casos, se prioriza la inauguración de obras con fines políticos o económicos por encima de una restauración rigurosa y respetuosa.

La Torre del Tambor no es solo un atractivo turístico; es parte viva de la identidad cultural de Fengyang, ciudad natal del emperador Hongwu, fundador de la dinastía Ming. Su colapso parcial, grabado y viralizado en redes, debería ser una llamada de atención para las autoridades, los restauradores y la opinión pública.

Si bien las autoridades locales reaccionaron con rapidez —evacuaron la zona, acordonaron el área y anunciaron una investigación—, la pregunta de fondo persiste: ¿por qué una estructura recién restaurada falla tan estrepitosamente? ¿Y cuántas otras joyas arquitectónicas están en riesgo bajo restauraciones apresuradas o poco controladas?

Preservar el patrimonio no es solo una cuestión de cemento y tejas. Es un compromiso con la historia, con las futuras generaciones y con la verdad cultural. Y ese compromiso debe estar por encima de las estadísticas de visitantes o las fechas de corte presupuestario. El derrumbe de Fengyang es, en esencia, el derrumbe de una forma de entender la conservación: una que ya no resiste ni el paso del tiempo ni el peso de la negligencia.


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