El PJ Chubut desafilia a referentes por participar en otros partidos, pese a que el peronismo histórico siempre jugó en alianzas y sellos paralelos e incluso creó al kirchnerismo para pelear contra el Partido Justicialista.
Proscripción interna insólita y una bolsa de gatos
En una movida que roza lo absurdo y que podría entrar tranquilamente en el manual del “haz lo que digo, no lo que hago”, el Tribunal de Disciplina del Partido Justicialista del Chubut resolvió desafiliar a una serie de dirigentes por haber sido candidatos en otros espacios políticos durante el año 2023. La lista incluye nombres conocidos como Gustavo Mac Karthy, Jorge “Loma” Ávila, César Salamín, Guillermo Almirón y Leila Lloyd Jones.
La acusación formal es la de “inconducta partidaria” por haber participado electoralmente fuera del sello justicialista. Pero, si esta regla se aplicara con coherencia histórica, el PJ debería desafiliarse a sí mismo. Porque si hay algo que caracterizó al peronismo desde sus orígenes es su capacidad camaleónica para cambiar de nombres, frentes y estrategias, muchas veces sin cambiar de caras. ¿O acaso el “kirchnerismo” —hoy una de las identidades más fuertes del movimiento— no nació como una ruptura del propio PJ?
En el 2023, Mac Karthy fue candidato a intendente de Trelew por el Plich; Lloyd Jones también se presentó por un partido diferente en la misma ciudad; Almirón compitió en Comodoro Rivadavia por Despierta Chubut, el mismo frente que llevó a “Loma” Ávila al Congreso y a Salamín a la intendencia de El Hoyo. Todos ellos recibieron carta documento avisándoles que estaban siendo juzgados por traición partidaria, como si la historia del justicialismo no estuviera plagada de giros similares, alianzas estratégicas y candidaturas cruzadas.
El único que respondió la misiva fue Mac Karthy, aunque no tuvo margen para exponer sus razones antes de ser eyectado del padrón partidario. A esta altura, el procedimiento parece más una formalidad para encubrir una purga interna que una decisión basada en principios doctrinarios.
Lo más curioso es que otros casos similares fueron convenientemente ignorados. Adrián Maderna, por ejemplo, fue dos veces candidato por fuera del PJ y hoy sigue orbitando en la política provincial sin mayores sobresaltos. Ni hablar de exdiputados y militantes que hoy son asesores en la Legislatura o funcionarios en gobiernos justicialistas, a pesar de haber saltado de espacio en espacio sin perder nunca la “identidad peronista”.
La medida huele más a pase de factura que a moral partidaria. Tal vez molesta más con qué fuerza compitieron algunos de los hoy “expulsados” que la supuesta traición doctrinaria. El PJ, en este caso, parece más preocupado por castigar a quienes se animaron a jugar fuera de su estructura que por revisar su propia incoherencia histórica.
Porque si de traiciones hablamos, el peronismo ha sido campeón mundial de las mismas. Ha parido y absorbido tantas facciones que hoy sería difícil encontrar un afiliado que no haya pasado por más de una boleta. Desafiliar a quienes siguieron esa misma lógica no solo es hipócrita, es también ridículo.
Al final, el PJ chubutense terminó disparándose en el pie con una medida que no fortalece su estructura, sino que la deja como lo que ya muchos sospechaban: un sello que, cuando le conviene, se acuerda de su Carta Orgánica, pero solo para aplicársela a los que ya no están en su mesa chica.
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